Hinchas del Renacimiento
No vale callarse, hay que actuar para defender los colores de nuestro equipo desde la grada como los futbolistas en el campo.

Que el primer hincha de la historia se llamase Prudencio no es solo una broma rioplatense del destino. Deber¨ªa ser el primer paso, un acicate, para volver a los or¨ªgenes. ?Contra el f¨²tbol moderno? ?Tu quoque, Brutus? Pues empecemos por los hinchas. No gritamos tanto como aquel talabartero uruguayo con pulmones infinitos de tanto hinchar balones, pero la deriva del f¨²tbol actual abre nuevas v¨ªas para el forofo de los estadios.
Volvamos a Prudencio y al m¨¦rito de los acompa?antes de aquellos pioneros del bal¨®n que montaban partidos de foot-ball en prados, parques y puertos. De aquella triple P surgi¨® la diferencia entre meros espectadores y puros aficionados. Los primeros ser¨ªan parientes o despistados que flipaban con ese nuevo espect¨¢culo atl¨¦tico a finales del XIX; los segundos¡ ?Qu¨¦ mov¨ªa a esos que jaleaban a los jugadores pero sin poder dar patadas al pelot¨®n?

La raz¨®n ¨²ltima del hincha es ayudar a su equipo a ganar desde fuera del rect¨¢ngulo de juego. Incluso Prudencio Miguel Reyes con su remoto Nacional de Montevideo, en lo m¨¢s ¨ªntimo de todo hincha anida la pulsi¨®n de saltar al campo y sustituir a alguno de sus ¨ªdolos. Como Tittyshev en el West Ham. Uno alberga siempre la secreta esperanza, aunque el f¨ªsico no responda, de que el m¨ªster te diga lo que Di St¨¦fano a Butrague?o en C¨¢diz: "Nene, calienta".
La distancia entre futbolistas y afici¨®n se ahond¨®: el marketing busca clientes y desprecia al hincha. Pero el foco del f¨²tbol se mueve. Y no solo hacia tifos, bufandeos y gradas de animaci¨®n. Las agresiones entre ultras, los insultos y gritos racistas, machistas y hom¨®fobos en los campos reclaman endurecer la respuesta legal: suspensiones, multas, c¨¢rcel y p¨¦rdida de puntos. Y, ante eso, necesitamos aficionados responsables, Prudencios que se enfrenten a esa lacra y les reconvengan. No vale callarse, hay que actuar para defender los colores de nuestro equipo desde la grada como los futbolistas en el campo. En pleno Renacimiento, la imagen, la dignidad y los puntos de un club van a depender como nunca del (buen) hincha.