Pa?olada sin pa?uelos: el otro prodigio del Cl¨¢sico
El mosaico fue arma arrojadiza.

Entre los hechos asombrosos que nos dej¨® el Cl¨¢sico hay uno que no ha sido comentado como merece: la pa?olada sin pa?uelos. La mayor parte de los aficionados que reprobaron a Florentino P¨¦rez lo hicieron con las cartulinas proporcionadas por el club para formar un mosaico blanco en la presentaci¨®n de los equipos. Cabe suponer, dada la experiencia, que el Madrid sustituir¨¢ en pr¨®ximas ocasiones los papelones por globos de helio. Nada se perder¨¢ tampoco si se libera a los espectadores del material pretecnol¨®gico. Es seguro que al jugador visitante le intimida m¨¢s una grada enardecida que 80.000 hinchas ocultos tras cartulinas satinadas.
El problema del p¨²blico indignado es que los pa?uelos de tela son complementos en v¨ªas de extinci¨®n y sin ellos no hay pa?olada que se precie. Agitar un kleenex no produce el mismo efecto. Adem¨¢s, el papel tis¨² llena el ambiente de un perfume mentolado que resulta muy poco apropiado para las manifestaciones b¨¦licas.
Conviene, por tanto, superar el tab¨² que acompa?a a los pa?uelos de tela: son ecol¨®gicos, permiten bordados y, llegado el caso, pueden facilitar muestras org¨¢nicas a la autoridad competente. Y sobre todo, ondean. Lo descubrieron los romanos, que utilizaban los orarios tanto para secarse el sudor como para expresar su opini¨®n en los actos p¨²blicos. La costumbre lleg¨® hasta los toros y el f¨²tbol, donde los pa?uelos sirven para reclamar ap¨¦ndices del animal o del presidente, seg¨²n.
Cristina. Es probable que el s¨¢bado hubiera m¨¢s pa?uelos de tela en los trajes que llenaban el palco que en el resto del estadio. Es seguro que muchos espectadores lamentaron la elecci¨®n de su vestuario, y nadie m¨¢s que Cristina Cifuentes, punto amarillo entre hombres de gris rodeada de cartulinas blancas.