Valer¨®n y Manuel Pablo jubilan al Superdepor
Un cuarto de siglo despu¨¦s, habiendo colgado las botas el m¨ªtico d¨²o canario este verano, el Deportivo se despide definitivamente de su ¨¦poca m¨¢s gloriosa.

Dicen que todo lo que acaba lo hace mucho antes de que llegue el final. Y es verdad: aunque el Superdepor siguiera vivo en las piernas de Manuel Pablo y Valer¨®n hasta este verano, las grandes alegr¨ªas desaparecieron de La Coru?a hace ya alg¨²n tiempo. Ahora que han pasado, qu¨¦ insignificantes parecen 25 a?os.
Con la retirada de Valer¨®n al final de la pasada temporada se fue algo m¨¢s que el ¨²ltimo mago de una ¨¦poca en la que se sospechaba de quien hechizaba el partido corriendo con la pelota en lugar de persigui¨¦ndola. Se fue algo m¨¢s que un convencido de una idea de f¨²tbol no del todo aceptada hace unas d¨¦cadas; aunque ahora sea costumbre, para llegar al tiquitaca fueron necesarios valientes e insistentes como ¡®el Flaco¡¯, un adelantado a su tiempo. Se fue, en esencia, el pen¨²ltimo reducto de un Deportivo de otro mundo. Pareci¨® que Manuel Pablo, su incansable compa?ero de fatigas, resistir¨ªa un poco m¨¢s, pero la esperanza de que aguantara de corto alg¨²n retal del Superdepor qued¨® en la in¨²til ilusi¨®n de querer vencer al paso del tiempo. Y s¨ª: cualquier tiempo pasado parece mejor.
La revoluci¨®n de Lendoiro. Lejos de su cada vez m¨¢s extra?o manejo de la calculadora y de su cada vez m¨¢s cuestionable destreza en la regulaci¨®n de las idas y venidas de jugadores en los ¨²ltimos a?os, hubo un tiempo en que el bueno de Augusto C¨¦sar gozaba de un afinado olfato para el rastreo del mercado y unas dotes negociadoras temibles para la parte contratante: compraba con acierto y no vend¨ªa hasta que no se sal¨ªa con la suya. Lendoiro, en el sill¨®n de presidente desde 1988, fue el primer Monchi de la ¨¦poca moderna del f¨²tbol espa?ol. De ese talento se vali¨® para ir fichando lujo a precio de chollo. Siempre supo qu¨¦ diamante se pod¨ªa pulir, qu¨¦ volc¨¢n estaba a punto de erupcionar y d¨®nde se escond¨ªan los gazapos. Rara fue la vez que alguien le dio rana por pr¨ªncipe.
Con el ascenso empez¨® todo. A partir de Lendoiro, pese a que nadie lo hubiera sospechado entonces, el Depor construy¨® algo grande. La primera piedra la puso en 1991, con el ascenso a Primera. 1973 (a?o del descenso) y la ¨¦poca en la que lleg¨® a jugar en Tercera estaban igual de lejos, pero ya no apenaban tanto. Tocaba mirar para arriba, aunque nadie adivin¨® cu¨¢nto. Arsenio puso la direcci¨®n, Pedro Uralde o Lasarte la veteran¨ªa y Fran o Djukic, el hambre de quien empieza y lo quiere todo.
En la 92/93, el Deportivo sinti¨® esa maravillosa sensaci¨®n de poder observar al resto desde la cima. Lia?o paraba los goles (portero menos goleado, con Ca?izares) y Bebeto los hac¨ªa (29). El liderato no fue definitivo, pero s¨ª un gran tercer puesto. Por si esa tercera plaza no fuera suficiente motivo para so?ar, la irrupci¨®n de Bebeto y Mauro Silva, m¨¢s bien desconocidos hasta entonces, a?adi¨® un par m¨¢s. Aquella temporada el Madrid se llev¨® un revolc¨®n en Riazor, asistiendo a una remontada en la que le toc¨® ser el damnificado. Y eso s¨®lo fue el pr¨®logo de una historia, la de los blancos en el estadio herculino, que dur¨® 19 temporadas en las que no pudieron cantar victoria.
El deportivo no par¨® de crecer¡ con el riesgo que ello tiene. La 93/94 pareci¨® escrita por el socio n¨²mero uno deportivista¡ hasta que result¨® estarlo por el primero de los celtistas. Porque, pese a que al debut europeo le fue acompa?ando un a?o prodigioso, con m¨¢s de una noche durmiendo en una primera posici¨®n desde la que se afront¨® la ¨²ltima jornada, el chiringuito se vino abajo justo al final, cuando pas¨® lo que todo el mundo recuerda. Aquel 14 de mayo de 1994 se ha contado muchas veces, pero una m¨¢s no acabar¨¢ con quien haya aguantado el dolor hasta estas l¨ªneas: un penalti en el ¨²ltimo minuto le daba la Liga al Depor en Riazor, pero a Djukic, que hab¨ªa asumido la responsabilidad, se le encogi¨® la pierna. Su tiro manso acab¨® en los dominios de Gonz¨¢lez, portero del Valencia. El empate se llor¨® en la grada y en el palco, donde Lendoiro parec¨ªa un chiquillo castigado sin salir, y silenci¨® la sala de prensa, donde a Arsenio le cost¨® articular palabra.
Ganar, bonita costumbre. A la tercera gran temporada fue la vencida: la 94/95 trajo la Copa del Rey, adem¨¢s contra el Valencia, haciendo v¨ªctima a quien hab¨ªa sido verdugo un a?o atr¨¢s. La venganza se sirvi¨® en plato fr¨ªo y result¨® deliciosa, adem¨¢s de la despedida perfecta para el Raposo de Arteixo. Luego lleg¨® Toshack, que no dur¨® mucho, y de su mano Begiristain, Radchenko o Mart¨ªn V¨¢zquez, con un bot¨ªn de una Supercopa y una vuelta a la median¨ªa de la Liga. Tambi¨¦n fueron apareciendo los Songo¡¯o, Naybet, Rivaldo o Concei?ao.
Hasta que lleg¨® lo que ten¨ªa que llegar: con Irureta a la cabeza, el Deportivo se llev¨® la Liga de la 99/00, forjada parte en el siglo XX y parte en el XXI. En ella fueron claves y empezaron a hacerse un nombre refuerzos como Makaay, Jokanovic o V¨ªctor S¨¢nchez del Amo. No les desgast¨® el ¨¦xito a los de Riazor, que consiguieron meses despu¨¦s la Supercopa y que se marcaron dos subcampeonatos y dos terceros puestos en los siguientes a?os, en los que se tuvieron lugar las paulatinas incorporaciones de Molina, Capdevila, Duscher, Valer¨®n, Trist¨¢n o Pandiani, algunos de sus estandartes. Tambi¨¦n tuvieron tiempo y tino para, entre medias, protagonizar un Maracanazo copero: su victoria en la final de Copa del Rey de 2002 agu¨® la fiesta de un Real Madrid que planeaba celebrar su siglo de vida brindando ante su afici¨®n. Tan sorprendente e irreprochable fue la gesta que le vali¨® un nombre propio: ¡®El Centenariazo¡¯.
No cabe duda de que el ganar la Liga fue la constataci¨®n de la nueva dimensi¨®n que hab¨ªa adquirido el Depor. No s¨®lo por el t¨ªtulo en s¨ª, ni por ¡®El Centenariazo¡¯, al que sigui¨® la tercera Supercopa, sino porque todos estos logros estuvieron arropados por cinco a?os en tierra de Champions. Por el continente, el Deportivo luci¨® el traje de matagigantes: algunos de sus cad¨¢veres fueron el United, el Arsenal, la Juventus, el PSV, el PSG, el Bayern Munich y, sobre todo el AC Milan, al que remont¨® en Riazor (4-0) el 4-1 de renta de la que se hab¨ªa provisto en San Siro. Habr¨¢ a¨²n quien no lo crea o lo asocie a las meigas, pero pas¨®; vaya que si pas¨®.
El adi¨®s a un sue?o. Para desgracia deportivista, la colosal rebeli¨®n se vio reducida en semifinales, cuando su sorprendente irrupci¨®n coincidi¨® con la eclosi¨®n del outsider Oporto de Mourinho. Por ah¨ª pas¨® y por ah¨ª se fue la posibilidad de jugar una final de Champions. Lo que vino despu¨¦s fue un progresivo deterioro que desemboc¨® en el descenso a Segunda en la 2010/2011. Cualquier parecido con lo anterior fue pura casualidad. El transcurso de las temporadas fue apagando el aura de un equipo irrepetible que en los ¨²ltimos a?os hab¨ªa seguido respirando por Valer¨®n y Manuel Pablo. Con la reciente retirada de ambos, casi al un¨ªsono, qued¨® jubilado el Superdepor. Volver¨¢n las oscuras golondrinas, pero aquellas que volaron por el cielo m¨¢s alto, esas... no volver¨¢n.