La fabulosa pr車rroga del Alemania-Italia (1970)

Alemania ten赤a un buen equipo por aquellos d赤as. Conservaba a varios de los veteranos que hab赤an sido finalistas cuatro a?os antes, derrotados en Wembley con el gol fantasma de Hurst. Y hab赤an incorporado algunos jugadores j車venes nuevos, como el gran meta Maier, el feroz lateral Vogts y el implacable goleador Torpedo M邦ller. Tambi谷n Italia ten赤a un gran equipo, como casi siempre, aunque con una duda: Mazzola o Rivera. Los dos eran magn赤ficos, pero no combinaban. Aquel fue un duelo que dur車 a?os y que dividi車 a Italia del mismo modo que Espa?a se divid赤a en el siglo XIX entre toreros rivales.
Est芍bamos en las semifinales del Mundial. El mismo d赤a, por otro lado, jugaban Brasil y Uruguay. Brasil, el equipo espect芍culo de ese campeonato (y de tantos otros) elimina a Uruguay con otro gran partido. Por contra, el Italia-Alemania no parece gran cosa. Boninsegna adelanta a los suyos en el minuto 8 e Italia, para qu谷 m芍s, se encierra. Alemania va y va. Le quitan dos penaltis. En uno de ellos, Beckenbauer, que cae al suelo de mala manera por la zancadilla del defensa italiano cuando est芍 entrando en el 芍rea, sale con el hombro dislocado. Pero decide continuar, aunque tiene que hacerlo vendado, con la mano pegada al pecho. Alemania insiste con su fe de siempre y ya en el descuento el lateral Schnellinger anota el empate, lanz芍ndose a la desesperada, tacos por delante, hacia un bal車n que se escapaba. Schnellinger jugaba en el Mil芍n y muchos italianos le insultaron: ?Por Italia no vuelvas?, lleg車 a decirle alguno. La verdad es que ni antes ni despu谷s volvi車 a marcar otro gol en toda su carrera deportiva, aunque fue un jugador realmente importante en su 谷poca.
Pr車rroga. Y en ella todo cambia. Los dos equipos se atacan ferozmente, bajo el calor de M谷xico, sobre su altitud asfixiante. Parecen dos boxeadores plantados en el centro del ring, sacudi谷ndose sin piedad, sin la menor cautela defensiva, a ver cu芍l de los dos cae antes. La pizarra est芍 hecha a?icos y los jugadores van y vienen, en frecuentes jugadas de superioridad atacante, en las que entran goles o se escapan porque el rematador llega agotado y sin precisi車n, o sin fuerza. Pero otras veces s赤 que entra el gol. El carrusel lo empieza M邦ller, 1-2 (95*). Luego Burgnich, 2-2 (98*). Ahora Riva, 3-2 (104*). De nuevo M邦ller, 3-3 (110*), en el que fue su und谷cimo gol en el torneo. Y finalmente Rivera, 4-3 (111*). A迆n hay galopadas, idas y venidas, pero acaba as赤. Al final los jugadores se desploman. Luego se abrazan, unos con otros, deportivos. Son conscientes de que acaban de escribir una de las p芍ginas m芍s emocionantes de toda la historia del f迆tbol. Italia es finalista con Brasil, que la vencer芍 con facilidad por 4-1, pero eso no borra el recuerdo de su colosal pr車rroga. Por cierto, en esa final volver赤a a jugar Mazzola en lugar de Rivera, pese al gol vincente de este ante los alemanes. En realidad, los turnaban.
Al d赤a siguiente, junto a las noticias de la fabulosa pr車rroga, aparece una peque?a nota: veintitr谷s presos de la c芍rcel mexicana de Tixtla hab赤an aprovechado que todos los vigilantes estaban absortos frente al televisor para darse a la fuga.