Un golpe de campe車n
Sastre se exhibe en Alpe d'Huez y conquista el liderato Aventaj車 en 2:15 a Evans, que ahora queda a 1:34 en la general La crono del s芍bado ser芍 decisiva

En el deporte (y en la vida) las buenas historias son fronterizas. Nos emociona tanto la irrupci車n de un joven campe車n como nos conmueve el 谷xito tard赤o de quien lo prob車 mil veces y acert車 en la 迆ltima. La edad es un potenciador de las proezas y, seg迆n los casos, nos permite disfrutar de la explosi車n de las hormonas o saborear la solera de la madurez. Al mismo tiempo que admiramos los cuerpos invencibles nos gusta pensar que hay una alternativa para la juventud.
Carlos Sastre Candil (cuyas iniciales coinciden con las de su equipo) tiene 33 a?os y aunque no se puede decir que es un ciclista viejo, lo ser芍 pronto. Tal vez por eso sus emociones, incluso en el podio y vestido de amarillo, parecen tamizadas por el descreimiento.
Sastre ha estado cerca muchas veces y ha sido favorito muchas otras. Y a esos vientos que forjan el car芍cter se suma una personalidad discreta, alejada de cualquier extravagancia. Un problema en estos tiempos. Sin otro rasgo que lo defina m芍s que la constancia, Sastre se ha visto relegado en el afecto popular por ciclistas m芍s divertidos, irresponsables, imprevisibles o glamurosos. Ciclistas peores, en muchos casos, pero que hubieran multiplicado el efecto de una exhibici車n en Alpe d'Huez.
No s車lo ha peleado contra eso. Sastre tambi谷n se ha batido contra ciclistas mejores por condiciones f赤sicas o qu赤micas. Su debut en el Tour coincidi車 con la tiran赤a de Armstrong y en sus intervenciones en el Giro y en la Vuelta choc車 con la espor芍dica inspiraci車n de rivales a los que no divisaba ni en los Alpes ni en los Pirineos.
Antecedente.
Su historia recuerda a la de Joop Zoetemelk, un corredores holand谷s, ustedes recordar芍n, que gan車 el Tour de 1980 a los 33 a?os (curiosa coincidencia), despu谷s de una d谷cada combatiendo, sin 谷xito y sin carisma, contra Merckx, Oca?a, Thevenet, Van Impe o Hinault. Para culminar su explosi車n tard赤a el viejo Joop, ya liberado, se proclam車 campe車n del mundo a s車lo dos meses de cumplir los 39 a?os.
Pero queda un tramo para confirmar el paralelismo. Carlos Sastre complet車 ayer la mitad de una haza?a fabulosa. Atac車 al pie del Alpe d'Huez y recorri車 en solitario las curvas del monte m赤tico. Su asalto redim赤a una etapa de vigilancia, desesperadamente controlada. Y cuando tem赤amos lo peor, sucedi車 lo mejor. Sastre demarr車 y s車lo Menchov se peg車 a su rueda. Hasta que no pudo m芍s.
A partir de ese instante se escribieron dos novelas. Una de superaci車n, sobre la soledad del corredor de fondo, y otra de intriga, sobre la ambici車n y el deber. Mientras Sastre boqueaba en busca de ox赤geno y tiempo, los hermanos Schleck se enfrentaban a un problema 谷tico.
La l車gica dictaba que su papel deb赤a limitarse al marcaje de Evans, pero eso significaba la renuncia voluntaria de Frank al maillot amarillo, la renuncia a la gloria, a la etapa. La situaci車n era todav赤a m芍s retorcida sin pensamos que el l赤der hab赤a ganado en esa cima en 2006.
No es dif赤cil imaginar cu芍ntas veces so?aron los Schleck con una situaci車n as赤, uno de amarillo y otro de gregario, una monta?a fastuosa por delante, Luxemburgo patas arriba y el mundo entero observando, chicas incluidas. Se entienden los malos pensamientos y hasta se comprende el primer impulso, el pecado original.
Con Sastre intentando cuajar la fuga, Frank quiso abandonar el grupo de favoritos. Aspiraba, seguramente, a la quimera de coronar juntos, de la mano, como hicieron Hinault y Lemond en 1986. Aspiraba, estoy convencido, a mantener el liderato, a ganar el Tour.
Le dur車 poco la ilusi車n. Cuando mir車 hacia atr芍s para evaluar distancias descubri車 a Evans adherido a su rueda, impulsado por su ataque. No debi車 intentarlo m芍s. Debi車 a calmar a Andy apelando a su condici車n de hermano mayor, de l赤der. Pero le pudo el ego赤smo, la ambici車n, las piernas, las buenas piernas, la generosidad de su hermano. Porque mientras Frank se mord赤a los labios, Andy revoloteaba a la espera de instrucciones, sobrado, de arriba a abajo, luciendo el maillot del mejor joven y el cartel del mejor futuro: la duda no es saber si alg迆n d赤a ganar芍 el Tour, la inc車gnita es calcular cu芍ntos ser芍 capaz de ganar.
Atacaron m芍s veces, juntos y por separado, y cada arre車n fue un empuj車n para Evans, que sub赤a remolcado. Valverde tambi谷n compr車 un boleto, pero enseguida entendi車 que perseguir una improbable victoria de etapa perjudicaba a Sastre, otro espa?ol, todav赤a hay gente que piensa as赤.
Menchov, que pag車 el sobreesfuerzo de responder a Sastre, hizo acopio de fuerzas y recuper車 su plaza en el grupo de aspirantes. All赤 se acomodaron tambi谷n dos corredores del Ag2r, Goubert y Efimkin, que tiraron del grupo, nadie sabe si en inter谷s propio (el ruso es d谷cimo en la general) o estimulados por alg迆n pacto entre pinganillos.
Diferencias.
Ajeno a esa guerra, Sastre acumulaba ventaja. Lleg車 pronto a los 50 segundos y se le resistieron algo m芍s los dos minutos, los dos minutos y medio, la diferencia que val赤a un Tour. Por detr芍s, los Schleck se apaciguaron, quiero pensar que reconvenidos por los gritos de su director, el controvertido Riis.
A falta de cuatro kil車metros, Evans, por fin, decidi車 dar la cara y se puso en cabeza del grupo. Su arre車n fue decidido y debi車 responder a alg迆n c芍lculo aritm谷tico, porque el australiano es as赤, fr赤o y peculiar: est芍 casado con una concertista de piano llamada Chiara y tiene una perra bautizada como Molly. Y ambos nombres los lleva grabados en el casco, sin que haya constancia de celos por ninguna de las partes.
El esfuerzo dignific車 a Evans, que tiene bien ganada fama de chuparruedas, y al mismo tiempo nos hizo lamentar que los hermanos no le hubieran exigido ese sofoco desde las primeras rampas. Menchov pas車 al relevo en los 迆ltimos metros, pero fue para cumplir el expediente. Samuel S芍nchez salt車 en busca del segundo puesto y en esa ri?a se enzarz車 con Andy, que tuvo que ceder sobre la l赤nea.
Antes, Sastre se hab赤a besado el maillot al cruzar la meta y hab赤a celebrado el triunfo con rabia, sin alaracas ni chupetes. M芍s que una victoria feliz parec赤a su venganza contra el destino, contra los a?os, los entrenamientos y las decepciones. Su renta final fue de 2:15 sobre Evans, Menchov, Vande Velde y Kohl, que se retorci車 durante la ascensi車n como un alma que escapa del fuego.
Antes que festejar la exhibici車n hubo que tomar l芍piz y papel para fijar las diferencias en la general. Despu谷s de su exhibici車n, Sastre supera en 1:34 a Evans, la m赤nima de las ventajas razonables para so?ar con el triunfo. Ese es el tiempo que debe defender en la contrarreloj del s芍bado, 53 kil車metros para especialistas.
Ser芍 una proeza, gane quien gane. Las aptitudes de Evans en la crono se compensan con la moral de Sastre, con las alas que elevan a quien viste de amarillo. Tambi谷n cuenta la experiencia, los nervios, la templanza. Hasta Menchov (2:39) podr赤a colarse por una rendija.
No obstante, faltan dos etapas para llegar al s芍bado decisivo. En la de hoy el terreno favorece una emboscada que no deber赤a despreciar el CSC. Ese puerto de 2? categor赤a a 36 kil車metros resulta demasiado tentador.
Queda la otra mitad de una haza?a fabulosa. Queda confirmar un sue?o, una esperanza: que hay una alternativa a la juventud.