Estados Unidos enciende las alarmas

La ¨¦poca Pochettino ten¨ªa como cometido resolver las batallas, enconos y desperfectos de la era Berhalter. Que ya eran muchos. Aupar a Estados Unidos como una naci¨®n de referencia, al menos seria, ante el concierto futbol¨ªstico internacional. Muy poco de ello ha ocurrido. Parece que, en cambio, los deberes se le han multiplicado. El entrenador argentino sum¨® un episodio de horror m¨¢s en una noche t¨¦trica en Nashville. Al mot¨ªn en vestidores y el intercambio de fuego amigo en todas direcciones, aunado a las ausencias voluntarias, se le a?adi¨® un p¨®ker envenenado. Una Suiza muy poco neutral y muy beligerante se apropi¨® del Geodis Park en 45 minutos de furia y arte. Y ya. Eso le bast¨®. Porque el USMNT, en aparente guerra civil, tiene otros menesteres, mucho m¨¢s b¨¢sicos que subsanar. Lo malo es que el tiempo apremia. La Copa Oro empieza en cuatro d¨ªas y el Mundial, en un a?o. Tanto y tan poco.

Los primeros compases de estudio le sirvieron a Yakin para encontrarle las costuras al USMNT de Pochettino, que son muchas. M¨¢s si las telas m¨¢s fuertes se quedaron en casa. Ndoye descarg¨® entre l¨ªneas y rompi¨® marcas; Jasari esper¨® y acarici¨® una pelota que el mismo Ndoye recogi¨® entre Harriel y Zimmerman. El ariete suizo curv¨® su disparo en un rinc¨®n imposible. Una combinaci¨®n pase-gol con est¨¦tica er¨®tica. Estaba hecho. La zaga del ¡®Team USA¡¯ se deshac¨ªa como un meringue suizo. Lo detect¨® Elvedi, cuyo cambio de frente coloc¨® a Manzambi en temerario uno-a-uno con Arfsten; el mediocentro del Freiburg, investido hoy como un extremo a la vieja usanza, desbord¨® a su escolta con un amague de colegio y Aebischer ametrall¨® a Turner tras la diagonal retrasada. Tan sencillo como una suma de un d¨ªgito, como dibujar un c¨ªrculo, como rebanar el queso de la raclette sobre el plato de patatas.

Una navaja suiza

Estados Unidos no ofreci¨® garant¨ªas ni como sparring. El USMNT perdi¨® forma y hasta las ganas mismas de jugar. La exuberante Suiza de Yakin se regode¨® con la pelota en tres cuartos mientras los cr¨ªos de Pochettino persegu¨ªan sombras. Entonces, Rodrigues, un general de mil escarapelas, cort¨® cartucho, Turner repeli¨® las balas aunque herido de muerte, y Embolo aprovech¨® la agon¨ªa. Los ojos hundidos de Pochettino. La mand¨ªbula dura. El resoplo resignado. Las cejas en arco de Turner. El hast¨ªo del p¨²blico en Nashville. Entre la monserga, Manzambi, una aut¨¦ntica navaja multiusos, colg¨® la pelota en la alacena derecha de Turner; aquello deriv¨® de una mala entrega, una m¨¢s, de un desconcertado Sullivan; Jasari se merend¨® a Berhalter y el trazo ingl¨¦s, fuerte y con efecto hacia delante, lleg¨® a Manzambi, que utiliz¨® el desmarque de Embolo para labrarse un espacio efectivo que ni el Turner de las mejores noches podr¨ªa haber enmendado. Mejores noches que han quedado para otras ocasiones, m¨¢s lejanas. En otras latitudes, Pochettino no termina la noche en el cargo. Un partido de p¨¢rvulos contra mayores.

Pochettino reform¨® a todo su frente de ataque para la segunda mitad, pero la noche no cambi¨® de tono. Muy oscura era ya. Tillman, Luna, Agyemang. Ninguno mejor¨® las prestaciones de White, Aaronson, Sullivan. Tambi¨¦n deb¨ªa tocar Pochettino a sus terrones: al menos Ream y Tolkin ostentan una composici¨®n un tanto m¨¢s espesa. Pero Yakin ya hab¨ªa entrado en armisticio t¨¢cito. El partido le sobraron 45 minutos que no merecen m¨ªnima rese?a. Pochettino detuvo la sangr¨ªa p¨ªrricamente con lo poco que ten¨ªa a la mano. Tanto y tan poco. Y el tiempo que apremia.

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