Messi: una triste y vieja canci¨®n
Ni siquiera Messi tiene la capacidad de chantajear a quienes redactan y aprueban los contratos.

No deber¨ªa sorprendernos, a estas alturas, que algunos pretendan se?alar a Messi, a Piqu¨¦, o a qui¨¦n haga falta, como los verdaderos culpables de la ruina econ¨®mica en la que el Bar?a lleva instalado tantos a?os: cualquiera menos los anteriores gestores del club, que pretenden figurar en toda esta historia como meros rehenes desprovistos de autonom¨ªa y a merced de los caprichos de sus estrellas. Y no por vieja deja de ser esta una triste canci¨®n, aunque algunos parezcan dispuestos a entonarla sin mayor motivaci¨®n que la de poner a la entidad por encima de todo, tambi¨¦n de un Leo Messi que ha engrandecido al Bar?a m¨¢s que cualquiera de los directivos y supuestos hinchas ahora agraviados.
No s¨¦ si ser¨¢ por nuestra larga tradici¨®n cat¨®lica, o por simple papanatismo estructural, que algunos aficionados siguen sin comprender que los futbolistas se mueven, b¨¢sicamente, por dinero. Algunos adquieren la capacidad de sentir como propios los colores que defienden, incluso se muestran dispuestos a rechazar ofertas mejores por seguir all¨ª donde se sienten queridos y respetados, pero sin olvidar sus l¨®gicas pretensiones econ¨®micas. La buena voluntad puede desencallar casi cualquier negociaci¨®n, pero jam¨¢s difuminar las distancias insalvables, y esa es la labor principal del gestor en cualquier club del mundo: ante el vicio de pedir, siempre estar¨¢ la virtud de no dar.
Lo hizo Joan Laporta ¨Co sus avalistas, que para el caso es lo mismo¨C en el ¨²ltimo intento por retener al argentino. Y tambi¨¦n Florentino P¨¦rez, cuando Cristiano Ronaldo y Sergio Ramos se desmarcaron con peticiones que el Madrid no estaba dispuesto a atender. Hacer camino juntos es una cuesti¨®n de dos, ni siquiera Messi tiene la capacidad de chantajear a quienes redactan y aprueban los contratos. ?Podr¨ªa haberse mostrado m¨¢s emp¨¢tico, menos ambicioso? Podr¨ªa, pero me resulta complicado reproch¨¢rselo cuando todos asistimos a la rendici¨®n ¨Csalarial y emocional¨C del club por llenar de oro a Neymar Jr. mucho antes, siquiera, de empezar a sudar la camiseta: esa s¨ª fue una canci¨®n triste, aunque el estribillo se nos haya olvidado.