De Betancourt a Vinicius, una persecuci¨®n que empez¨® en los noventa
Desde Larbi Ben Barek, el primer jugador negro venido del exterior, a los Balde o Nico Williams, los ¨²ltimos en vestir la roja, esta es la historia de los futbolistas de raza negra que pasaron por la liga.

Salvo error u omisi¨®n, el primer jugador de piel oscura en nuestro f¨²tbol debi¨® de ser Francisco Betancourt, un barcelon¨¦s hijo de padre cubano y madre catalana, al que conoc¨ª cuando, ya muy mayor, era asiduo al local de la asociaci¨®n de veteranos del Bar?a, que entonces presid¨ªa Kubala. Nacido en Barcelona en 1913, era un extremo derecho habilidoso que despunt¨® en el Badalona, pas¨® al Sabadell y lleg¨® al Bar?a ya con 28 a?os. Jug¨® all¨ª un par de temporadas, la 42-43 y 43-44, ni del todo titular ni del todo suplente, dejando el apreciable saldo de 24 partidos y 11 goles. Le recuerdo como un anciano bondadoso, que hablaba con cari?o del f¨²tbol de aquellos a?os. No me dijo que sufriera nunca acoso de ning¨²n tipo.
Tras Betancourt, el primer jugador negro venido del exterior fue Larbi Ben Barek, nacido en 1914 en Casablanca, en lo que entonces era el Marruecos franc¨¦s, pero de piel ¨ªntegramente negra. Procedente del Stade Fran?ais de Par¨ªs, le trajo al Atl¨¦tico el genial Helenio Herrera cuando ya andaba por los 34 a?os declarados. Existe la creencia, casi certeza, de que Helenio Herrera le alter¨® la fecha de nacimiento en dos a?os para hacerle pasar por m¨¢s joven, cosa que ya hizo tiempo atr¨¢s consigo mismo. Era un interior en la cl¨¢sica WM, jugador de construcci¨®n y llegada, de extraordinarias habilidad y cabeceo, que levantaba al p¨²blico de sus asientos. En seis temporadas, en las que jug¨® 114 partidos con 58 goles, gan¨® la Liga y la Copa Eva Per¨®n, antecedente de la Supercopa. Cualquier hincha atl¨¦tico del periodo cl¨¢sico le colocar¨ªa en el once ideal de la historia del equipo de sus amores, a pesar de que fuera de casa no rend¨ªa tanto. Su participaci¨®n en un 3-6 ante el Madrid en Chamart¨ªn, rubricando uno de sus tres goles con un bailecito dedicado a los socios madridistas del fondo Norte, fue su momento cumbre.
Con Ben Barek, junto con Chicha, otro marroqu¨ª de piel negra que jug¨® en el Atl¨¦tico Tetu¨¢n, se estableci¨® en Espa?a un clich¨¦ que durar¨ªa muchos a?os que asoci¨® al jugador negro con el tipo de regateador habilidoso, pero con miedo a los defensas duros, siempre mejor ante su p¨²blico que en los desplazamientos, con mucho ingenio aunque algo discontinuo. A Chicha se le vio seis temporadas en los campos de Segunda Divisi¨®n y una fugaz en Primera, la 51-52. En un partido en el viejo Les Corts le marc¨® a un penalti a Ramallets que por la descripci¨®n que he le¨ªdo colijo que fue un adelanto de lo que ahora conocemos como penalti de Panenka. Era tambi¨¦n de Casablanca y se retir¨® en la 56-57, con 133 partidos y 53 goles, de los que 11 los marc¨® en su ¨²nica temporada en Primera.
Luego vendr¨ªa Walter, inaugurando una serie de importaciones muy llamativas del Valencia, que lo trajo en la 57-58 de la mano de un t¨¦cnico, Enrique Cubells, que cruz¨® el charco en busca de un ¡®crack¡¯. Primero se fij¨® en Pel¨¦, pero le descart¨® por su cort¨ªsima edad. Walter segu¨ªa la l¨ªnea de delantero h¨¢bil y miedosillo, mejor para casa que para fuera. Termin¨® tr¨¢gicamente, al estrellarse su coche contra la trasera de un cami¨®n de refrescos en la carretera de El Saler cuando, en compa?¨ªa de Coll y S¨®crates, iban a Sueca, para festejar el cumplea?os del ¨²ltimo. Ocurri¨® el 21 de junio de 1961 y provoc¨® un gran impacto nacional y verdadera conmoci¨®n en Valencia, donde el p¨²blico se hab¨ªa encari?ado con ¨¦l. Dejaba viuda y un hijo de cinco a?os. El Valencia le tribut¨® un gran homenaje con un partido ante el Fluminense cuya recaudaci¨®n fue entregada a la viuda. El estadio se llen¨® hasta la bandera y ese mismo d¨ªa el club ch¨¦ descubri¨® en el rival al sustituto, el gran Waldo, delantero potente, encarador, con un gran disparo, y un adelantado de todos los brasile?os que vendr¨ªan despu¨¦s, como Vav¨¢, Indio o Did¨ª, que lanzaba los tiros libres con una t¨¦cnica singular, llamada ¡®folha seca¡¯, que produc¨ªa pasmo.
Pese a todo, no pudo encajar en el Madrid de aquel tiempo: su f¨²tbol no cuajaba con el de Di Stefano. Y dej¨® el sello de que al club de Concha Espina no le probaban los negros, que se renovar¨ªa ya fallecido Bernab¨¦u, cuando fracasara el segundo intento, el ingl¨¦s Laurie Cunnigham.
Otro equipo en el que los jugadores negros tuvieron buen encaje en esos primeros sesenta fue el Atl¨¦tico, donde el angole?o Jorge Mendoza fue figura y el guineano Jones rindi¨® grandes servicios. El primero era un delantero espl¨¦ndido, un mulato alto, de excelente zancada, enorme clase y excelente cabeceo. Ten¨ªa un juego muy similar al que luego vi en Kluivert padre, con la singularidad de jugar siempre con una rodillera, detalle que le daba un peculiar toque dandy. Con el Atl¨¦tico gan¨® dos veces la Copa, una la Recopa y otra la Liga. Aquel de primeros de los sesenta fue uno de los mejores equipos que tuvo el Atl¨¦tico en su historia, un equipo compensado y arm¨®nico con nervio y calidad. Una noche de Copa de Ferias, Mendoza marc¨® tal gol al Dinamo de Zagreb en el viejo Metropolitano que el p¨²blico se ech¨® al campo a sacarle a hombros como a un torero.
Su influencia en el f¨²tbol se extendi¨® hasta m¨¢s all¨¢ de su retirada, pues el Mallorca le dej¨® a deber una importante cantidad de dinero y ¨¦l puso un largo pleito que acab¨® en el Supremo y cre¨® jurisprudencia al reconocer a los futbolistas como trabajadores por cuenta ajena. Aquello fue la primera piedra para la creaci¨®n de la AFE.
Con Mendoza jug¨® en el Atl¨¦tico Miguel Jones, guineano, hijo de un notable de Guinea Ecuatorial, a la saz¨®n provincia espa?ola, que lleg¨® a ser procurador en las Cortes de Franco. Estudi¨® en Bilbao, donde le vio jugar Fernando Daucik, entrenador del Athletic. Su permanencia en el Athletic, entonces formado ¨ªntegramente no ya por vascos, sino casi absolutamente por vizca¨ªnos, era imposible por m¨¢s que se empe?ara Daucik, aunque era mucho Daucik, y pas¨® al Basconia y de ah¨ª al Indauchu, que con ¨¦l fue tercero en la Segunda Divisi¨®n gracias en parte a sus 15 goles. En la 59-60 Daucik hab¨ªa pasado al Atl¨¦tico y le fich¨®. Fue titular en las dos victorias en la Copa, ambas en el Bernab¨¦u y ante el Madrid (1960 y 1961), y en la Recopa. Fue el primer jugador negro espa?ol. No fue una estrella, pero fue bastante m¨¢s que un jugador m¨¢s
El ch¨®fer negro de Llaudet
Tras el Mundial de Chile 1962, en el que Espa?a decepcion¨® como era frecuente en la ¨¦poca (a los de 1954 y 1958 ni siquiera se clasific¨®) se decidi¨® cerrar la importaci¨®n de extranjeros sin m¨¢s excepci¨®n que los que pudieran acreditar ascendencia espa?ola, lo que dif¨ªcilmente podr¨ªa haber hecho un jugador de raza negra. Aquello fue un coladero que dio lugar a la expresi¨®n ¡®falsos oriundos¡¯.
Y, sin embargo, un negro brasile?o s¨ª pas¨® por aqu¨ª en ese periodo, y bien sonado. Fue un caso un poco chusco, que incluy¨® la primera expresi¨®n puramente racista en nuestro f¨²tbol, pronunciada por Enrique Llaudet, presidente del Bar?a, cuyo desliz hoy ser¨ªa inimaginable.
Llaudet fich¨® a Silva, delantero centro de Brasil en el Mundial de Inglaterra de 1966. Aquel no fue un buen mundial de los brasile?os, prematuramente eliminados por las patadas que dejaron fuera de combate a Pel¨¦, pero Silva era un buen jugador. Un delantero r¨¢pido, potente, con sus dosis de magia brasile?a. No era Pel¨¦, pero era figura. Su contrataci¨®n fue liosa. Pertenec¨ªa al Flamengo, pero estaba cedido al Corinthians, por lo que Llaudet hizo numerosos viajes. Un novel¨®n. Al final lo fich¨® por 180.000 d¨®lares, cantidad que nunca se hab¨ªa entregado en Espa?a por ning¨²n futbolista, m¨¢s 20.000 d¨®lares para ¨¦l, lo que lo convert¨ªa en el mejor pagado de nuestro f¨²tbol. Eso s¨ª, como las fronteras segu¨ªan cerradas, por si acaso, le hizo un contrato de un solo a?o de duraci¨®n, prorrogable a cinco a voluntad del Bar?a.
Cuando le preguntaron qu¨¦ iba a hacer con el jugador si finalmente no podr¨ªa inscribirlo solt¨® una frase que incluso entonces se vio poco feliz.
-Es lo mismo. Lo pondr¨¦ de ch¨®fer. Siempre he querido tener un ch¨®fer negro.
Hombre razonable, a los pocos d¨ªas vio que se hab¨ªa columpiado y trat¨® de rectificar, diciendo que si se diera el caso no le importar¨ªa ser el ch¨®fer de Silva.</p><p class=¡°¡±>El jugador, consciente de que no podr¨ªa alinearse, retrasaba la venida. Al final, apenas jug¨® un pu?ado de amistosos. Y el Bar?a termin¨® revendi¨¦ndolo en Brasil: al Bang¨², por 100.000 d¨®lares, con lo que perdi¨® 80.000. Fue una operaci¨®n ruinosa.
Por entonces, los negros no eran molestados en los campos espa?oles. Eran vistos con la simpat¨ªa de lo ex¨®tico. Hab¨ªa poqu¨ªsimos, la mayor¨ªa de los equipos no ten¨ªan ninguno y si recib¨ªan insultos nada ten¨ªan que ver con el racismo. La mayor¨ªa eran delanteros, que tienden a provocar menos las iras de los rivales que los defensas, aunque no sea ese el caso de Vinicius. Negros hab¨ªa tan poqu¨ªsimos en Espa?a que cuando dos se encontraban por la calle se saludaban y charlaban. El racismo no era cuesti¨®n en Espa?a, b¨¢sicamente porque no hab¨ªa nadie distinto de nuestra raza en el pa¨ªs salvo un pu?ado de futbolistas que no llenar¨ªan dos taxis.
De aquel periodo s¨®lo tengo anotado un incidente, sobrevenido en situaci¨®n extrema. Fue el ¨²ltimo partido de la Liga 50-51, entre el Sevilla y el Atl¨¦tico, en el viejo Nervi¨®n. El Sevilla saldr¨ªa campe¨®n si ganaba, en caso contrario lo ser¨ªa el Atl¨¦tico. El partido acab¨® 1-1, con un gol muy pol¨¦mico anulado al Sevilla por Az¨®n, que estim¨® que el bal¨®n hab¨ªa salido por la l¨ªnea de fondo antes del pase final. Cuando se retiraban los jugadores, un salvaje lanz¨® un ladrillo a Ben Barek, autor del gol del Atl¨¦tico, mientras le gritaba algo as¨ª como ¡°?Vuelve a tu pa¨ªs, negro de mierda!¡±. Digamos que un tipo capaz de lanzar un ladrillo no es com¨²n, no forma parte de la masa, aunque se refugie en ella. En ese sentido, podr¨ªamos decir que un insulto as¨ª era en la ¨¦poca tan raro como el lanzamiento de un ladrillo.
Los primeros subsaharianos
Las fronteras se abrieron por fin para la 73-74, despu¨¦s de que el Bar?a encargara a un joven abogado, Roca Junyent, a?os m¨¢s tarde uno de los padres de la Constituci¨®n, un informe completo sobre todas las irregularidades que acompa?aron los fichajes de oriundos, bien falsos como tales, bien con internacionalidad encubierta en su origen. El informe era demoledor y el pacto fue no hacerlo p¨²blico a cambio de abrir las fronteras. El Bar?a trajo a Cruyff y Sotil, el Madrid a Netzer y a Mas, el Atl¨¦tico a Ayala y Heredia¡
Y el Valencia, fiel a la l¨ªnea iniciada con Walter y que continu¨® Waldo, incorpor¨® a un gran delantero negro, Salif Keita, fichado del Olympique de Marsella, primer Bal¨®n de Oro africano. Era natural de Mali, jugaba como delantero centro y debut¨® en la selecci¨®n de su pa¨ªs con 16 a?os. Un diario le recibi¨® con un t¨ªtulo muy desafortunado: ¡®El Valencia va a por alemanes y vuelve con un negro¡¯, cosa contra la que ¨¦l protest¨® educadamente. Era sensacional, un malabarista del bal¨®n, aunque pecaba de individualismo, condici¨®n que durante mucho tiempo acompa?¨® a los futbolistas subsaharianos, cuyo concepto del f¨²tbol era m¨¢s l¨²dico que t¨¢ctico en aquel tiempo. Debut¨® con dos goles ante el Oviedo y dej¨® como mejor recuerdo un golazo sensacional al Atl¨¦tico de Madrid, con el ¨¢rea sembrada de rojiblancos ca¨ªdos por sus regates. Le pegaron mucho, sufri¨® lesiones y al tercer a?o fue vendido al Sporting de Lisboa para dejar sitio a Kempes, cuya imponente presencia nubl¨® algo su recuerdo.
Durante aquel primer a?o de la importaci¨®n fue el ¨²nico en Primera Divisi¨®n, pero no en el f¨²tbol espa?ol porque el Sevilla, al que la apertura le pill¨® en Segunda, contrat¨® a Biri-Biri, de Gambia, con el que regresar¨ªa a Primera una temporada despu¨¦s. En Sevilla fue la bomba. Se le fich¨® del 1901 Nykobing dan¨¦s, donde estaba tras una incursi¨®n fallida en el Derby County. Era veloc¨ªsimo, parec¨ªa desaparecer de un lugar para corporeizarse diez metros m¨¢s all¨¢, y finalizaba bien ante el portero. Miedoso, eso s¨ª, y era para serlo, porque le pegaban mucho. Es c¨¦lebre su ¡°se?or Benito, no me pegue m¨¢s¡±, dirigido al terrible central madridista. S¨®lo permaneci¨® cuatro a?os, pero su recuerdo fue tan imborrable que el principal grupo de animaci¨®n del Sevilla se llama ¡®Los Biris¡¯.
A los dos a?os, una vez nacionalizados los argentinos Ayala y Heredia, el Atl¨¦tico mir¨® de nuevo a Brasil y trajo a Leivinha, rub¨ªsimo, y a Luis Pereira, ambos del Palmeiras, que asombr¨® en el Carranza. Luis Pereira no era delantero, como hab¨ªan sido casi todos los brasile?os tra¨ªdos hasta la fecha, sino un l¨ªbero de calidad desconocida hasta la fecha, de sonrisa permanente, un collar verde de cuentas de pl¨¢stico y una rara conjunci¨®n de sentido l¨²dico y t¨¢ctico del juego. Siempre bien colocado, con un ¡®timing¡¯ perfecto para el cruce, ninguna dureza y un aire burl¨®n hasta para con los suyos. Tomaba riesgos extremos en el ¨¢rea propia, de los que sal¨ªa siempre bien. Ca¨ªa fenomenalmente a todos los p¨²blicos, hasta revert¨ªa las malas pasiones. En una ocasi¨®n le tiraron una lata de cerveza en el Bernab¨¦u, la recogi¨®, peg¨® un trago y convirti¨® la bronca en ovaci¨®n. Lo mismo ocurri¨® en Mestalla con una naranja que le arrojaron, que tom¨® del suelo y le dio un bocado. En ocasiones le cantaban aquello de ¡°ya viene el negro zumb¨®n, bailando alegre el foxtrot¡¡±, siempre entend¨ª que sin mala intenci¨®n. Gan¨® una Copa y una Liga, regres¨® a Brasil en 1980, pero con el tiempo se afinc¨® en Madrid, donde ha sido presidente del filial del club. Como a Ben Barek, todo atl¨¦tico con mirada larga en el tiempo le incluir¨ªa en el once hist¨®rico del club.
Segundo fracaso del Madrid
En la temporada 79-80, Luis de Carlos, al que le cay¨® por consenso la tarea de suceder como presidente del Madrid a Bernab¨¦u, fallecido en el verano de 1978, tir¨® la casa por la ventana para traer un ingl¨¦s descendiente de jamaicanos, Laurie Cunningham. Una perla en el extremo. El Madrid entreg¨® un traspaso r¨¦cord, 195 millones, para juntarle con los Juanito, Santillana, Del Bosque, Pirri, Benito, Camacho¡
Era una maravilla de t¨¦cnica y rapidez, pero apocado. No se integr¨® bien, vino con una novia que quer¨ªa salir todas las noches y, para empeorar la cosa, sufri¨® un pisot¨®n que le rompi¨® el dedo gordo del pie y la operaci¨®n no atin¨® del todo, con lo que perdi¨® algo de velocidad. Hizo un partido prodigioso en el Camp Nou, que se le entreg¨® y aplaudi¨® a rabiar en un antecedente de lo que pasar¨ªa a?os despu¨¦s, a la inversa, con Ronaldinho en el Bernab¨¦u. Protagoniz¨® algunas jugadas lucidas, unos c¨®rners muy personales, con el exterior del pie, como le pega ahora Modric, y poco rendimiento. Fue un fracaso casi de las dimensiones de Did¨ª, que profundiz¨® en la idea de que los negros nunca podr¨ªan servirle al Madrid. Cumplidos los cuatro a?os de contrato se fue al Sporting, donde rebot¨®, rod¨® por equipos, lleg¨® al Rayo y se estrell¨® un mal d¨ªa de madrugada en la A-6. Ten¨ªa 33 a?os y a¨²n estaba en activo.
Del Mundial de Espa?a, disputado en el verano de 1982, quedaron en el pa¨ªs tres hondure?os, el portero Arzu (Racing de Santander), los defensas Costly (M¨¢laga) y Gilberto (Valladolid) y el delantero Figueroa (Murcia). Pero qued¨® sobre todo N¡¯Kono, el colosal portero de Camer¨²n, que fich¨® el Espanyol. Una pantera de enorme estatura, rapidez de rel¨¢mpago y agilidad extrema. Un superdotado f¨ªsico. En principio, un poco alocado, capaz de regalar goles absurdos que combinaba con paradas incre¨ªbles. Siempre con pantal¨®n largo, lo que acentuaba su condici¨®n diferencial. Lleg¨® al Espanyol con 27 a?os y se mantuvo hasta los 36, cuando se march¨® al Sabadell, en Segunda.
Su estela abri¨® camino a otros, favorecidos por el nuevo prestigio alcanzado por la figura del portero negro, del que antes se desconfiaba. As¨ª, el Depor ofreci¨® su meta a Song¨®o, tambi¨¦n camerun¨¦s, por cinco temporadas a partir de la 96-97. Y ya en la 2002-2005 el Espanyol fich¨® a Kameni, medalla de oro con Camer¨²n en Sidney 2000.
Muy llamativo, aunque fugaz, fue el caso de otro ingl¨¦s, Dalian Atkinson, primer negro que fichaba la Real. Lleg¨® para la 90-91 y fue muy bien acogido, se hizo tan popular que el San Sebasti¨¢n le apodaron ¡®Txipiron¡¯. Aquel curso la Real se hab¨ªa clasificado para la UEFA y se reforz¨® mucho, con ¨¦l, Aldridge y Richardson, tambi¨¦n ingleses. Pero la cosa no encaj¨®, el equipo hizo una muy mala primera vuelta, fue eliminado pronto de la Copa y la Copa de la UEFA y en la Liga termin¨® en la segunda mitad de la tabla. ?l fue irregular, ni mejor ni peor en l¨ªneas generales que el resto de la plantilla, pero regres¨® a Inglaterra. Muri¨® tambi¨¦n tr¨¢gicamente, ya retirado, pero antes de los cuarenta, por tres disparos de pistola el¨¦ctrica y dos patadas en la cabeza, lo que hizo que el polic¨ªa causante fuera acusado de homicidio. Hab¨ªan recibido una llamada del padre, porque el hijo ten¨ªa una crisis nerviosa y el resultado fue ese.
Una fea costumbre aprendida de Inglaterra
El n¨²mero de jugadores negros en la Liga empez¨® a dispararse en los 90. Se ampli¨® el l¨ªmite para fichar extranjeros, se fall¨® la ley Bosman y se ten¨ªa m¨¢s dinero para fichajes, a partir de la aparici¨®n del f¨²tbol de pago a trav¨¦s de Canal +. Se pas¨® de contemplar casos aislados, jugadores a los que se miraba con simpat¨ªa, a que cada equipo tuviera alg¨²n futbolista negro en sus filas, o algunos, progresivamente hasta muchos. Y las aficiones visitadas empiezan a incorporar una fea costumbre aprendida de Inglaterra.
El n¨²mero de jugadores negros en la Liga empez¨® a dispararse en los 90. Se ampli¨® el l¨ªmite para fichar extranjeros, se fall¨® la ley Bosman y se ten¨ªa m¨¢s dinero para fichajes, a partir de la aparici¨®n del f¨²tbol de pago a trav¨¦s de Canal Plus. Se pas¨® de contemplar casos aislados, jugadores a los que se miraba con simpat¨ªa, a que cada equipo tuviera alg¨²n futbolista negro en sus filas, o algunos, progresivamente hasta muchos. Y las aficiones visitadas empezaron a incorporar una fea costumbre aprendida de Inglaterra.
A finales de los ochenta, TVE empez¨® a ofrecer partidos de la liga inglesa, donde entonces estaban atravesando lo que ahora vivimos aqu¨ª. All¨ª los jugadores negros lo pasaron mal. No hac¨ªa falta ir fuera: hasta sus propias aficiones les hac¨ªan el grito del mono o les lanzaban pl¨¢tanos o cacahuetes cuando corr¨ªan por la banda, no digamos ya cuando jugaban fuera. Alguien me cont¨® que cuando Seedorf hizo su contrato con el Madrid exigi¨® una cl¨¢usula resolutoria para el caso de sufrir ataques racistas por parte de su propio p¨²blico, lo que de ser as¨ª significar¨ªa que ven¨ªa escaldado de origen.
En 1990 le¨ª un reportaje en EL PA?S, con firma de Jos¨¦ Migu¨¦lez, quiz¨¢ el primer aldabonazo. Cuatro nigerianos, tres del Castilla, Ohen, Oladimeji y Mutiu, y el portero del Rayo, Wilfred, se quejaban ya de maltrato patente. Eran insultados por su color en todos los campos y los tres del Castilla, para mayor desconsuelo, se ve¨ªan ofendidos con desprecios racistas por sus mismos compa?eros en cuanto hab¨ªa malos resultados o las discusiones propias del vestuario. Incluso les sorprend¨ªa que cuando caminaban por la calle algunas veces les preguntaban si vend¨ªan droga. Optaron por salir de casa lo menos posible.
Con m¨¢s edad que sus compa?eros, el meta Wilfred, que jug¨® en el Rayo desde 1990 a 1996, lo tomaba con m¨¢s resignaci¨®n. Quiz¨¢ se la daba la porter¨ªa. No se repara mucho en lo que todos los porteros tienen que escuchar por esos campos de Dios, con los hinchas del fondo, siempre los m¨¢s exaltados, detr¨¢s. ?ltimamente, ha resucitado un video grabado en el Bernab¨¦u, en el que Wilfred tiene que hacer o¨ªdos sordos al continuo griter¨ªo de los ultrasur: ¡°?Negro, cabr¨®n, recoge el algod¨®n!¡± o ¡°Ku-klux-klan, Ku-klux-klan¡±. No hubo sanci¨®n alguna. Se estaba normalizando aqu¨ª lo que hab¨ªa sido normal en Inglaterra unos decenios atr¨¢s cuando ya estaba dejando de serlo all¨ª.
Desde entonces la bola no ha dejado de rodar, ni siquiera ante el hecho de que la Selecci¨®n haya contado con jugadores de color. Donato fue el primero; debut¨® con Clemente en noviembre de 1994, ante Dinamarca (3-0, con un gol suyo) y jug¨® 12 partidos, con presencia en el grupo de la Eurocopa de Inglaterra, en 1966. Luego, Engonga, Catanha y Senna, que fue pieza clave en la Eurocopa de Austria y Suiza, en 2008; luego I?aki Williams y Adama Traor¨¦, y en el ¨²ltimo Mundial, Balde y Nico Williams, cuyo hermano, I?aki, al ver que no contaba ya para la selecci¨®n espa?ola, escogi¨® la de su pa¨ªs de origen, Ghana. Los dos juegan con naturalidad y provecho en el Athletic, donde antes que ellos dos lo hizo Ramalho, un barakald¨¦s de origen caboverdiano.
Tantos hay ya que es imposible numerarlos, aunque quiz¨¢ s¨ª clasificarlos. Donato pertenece a la categor¨ªa de los medios con fortaleza, buen posicionamiento t¨¢ctico y tambi¨¦n t¨¦cnica. Ya no se fichan solo artistas m¨¢s o menos discontinuos, tambi¨¦n hombres sobre los que construir el chasis del equipo. Con Donato jug¨® Mauro Silva y para la misma tarea vino tambi¨¦n al Depor Flavio Concei?ao. El propio Guardiola tuvo en la media a Yay¨¢ Tour¨¦ y Keita. Capello organiz¨® su segundo proyecto madridista sobre Diarra y Emerson. El Madrid Gal¨¢ctico se resinti¨® mucho cuando dej¨® salir a Makelele. Tampoco han faltado las grandes estrellas de ataque, algunas tan rutilantes como para ganar balones de oro, como Rivaldo, Henry (el que inspir¨® a Luis aquello de ¡°d¨ªgale a ese negro de mierda: soy mejor que usted¡±, en charla motivacional a Reyes), Ronaldinho, Ronaldo, Benzema¡ O alguno que se extravi¨®, como Robinho. Figuras que pusieron a sus p¨²blicos en pie, como Finidi o el m¨¢s discontinuo Denilson, goleadores silenciosos como Kanout¨¦ o laterales incontenibles como Roberto Carlos, Alves o Marcelo. Roberto Carlos lo ha pasado muchos a?os mal en el Camp Nou, con el sonido gutural de los monos coreado a mansalva, sin que a nadie preocupara. Alves ha visto caer alg¨²n pl¨¢tano.
Hoy los tienen todos los equipos. Las aficiones los aceptan en el propio, como apoyos ¨²tiles, pero cuando los tienen enfrente los zahieren con su raza, lo que expresa el sentimiento ¨ªntimo de que ese color de piel les hace inferiores, como a medio camino entre el mono y el hombre. Alguna vez incluso se ha utilizado el nombre de un jugador negro para insultar a un blanco: ¡°?Luis Enrique, tu padre es Amunike!¡±.
Todo insulto sobra. Pero al blanco se le insulta de otra manera, se busca alguna forma de degradarle que tiene que ver con su mujer, su madre, su edad, su calvicie, su gordura¡ Se le dicen cosas que le hagan sentir mal porque existe la convenci¨®n de que es peor que te pongan los cuernos, que tu madre sea puta, que se te caiga el pelo o que est¨¦s demasiado gordo para jugar al f¨²tbol que lo contrario. Pero cuando escoges la palabra negro como insulto ¡ª¡±?Negro de mierda¡!¡±¡ª es que consideras que ser negro es peor que no serlo y eso es exactamente racismo.
Estos d¨ªas ha salido a relucir de nuevo el caso Eto¡¯o. Data de 2006. ?l hizo un amago de irse, el ¨¢rbitro, Esquinas Torres, le contuvo, le explic¨® el protocolo, Rijkaard, el entrenador, le insisti¨® en que se quedase y ¨¦l acept¨®. El partido se complet¨® y Esquinas Torres lo consign¨® en el acta, pero no qued¨® feliz. ¡°En realidad el protocolo tiene como objetivo principal que el partido se complete, no el desagravio al jugador. En su redacci¨®n late esa finalidad, no la que debiera tener¡±, me comenta.
Se podr¨ªa dar por finalizado el partido, pero esa resoluci¨®n no se aplica, o se aplica poqu¨ªsimo porque esta cuesti¨®n no sacude la fibra de la sociedad. Este peri¨®dico public¨® hace cuatro a?os un estudio firmado por Daniele Grasso y Borja Andrino sobre 34.200 actas de partidos de Primera, de Segunda o de Copa desde el 2003 hasta la fecha de publicaci¨®n, diciembre de 2019. Entre esas 34.200 actas examinadas s¨®lo hay 68 que reflejen episodios racistas. Resulta inveros¨ªmil, nadie puede creer que solo en un porcentaje tan m¨ªnimo de partidos, un 0,19 %, se hayan producido insultos racistas en esos a?os. El estudio refleja exactamente la situaci¨®n: la indiferencia ambiental ante una actitud racista no tan minoritaria que se reitera en nuestros campos.
Cuando Inglaterra ya ha vuelto, nosotros estamos a¨²n en el viaje de ida, desdichadamente. Hoy toca dar frenazo y marcha atr¨¢s, pero las consecuencias durar¨¢n.