Los Lakers, ?y ahora qu¨¦?
La defensa de Doncic, la falta de juego interior y el desgaste f¨ªsico acaban con el equipo angelino, que no cumple las expectativas y pone rumbo a un largo verano.


Los Lakers dicen adi¨®s a la temporada de los sue?os convertidos en pesadillas. El traspaso de Luka Doncic permiti¨® a la franquicia de p¨²rpura y oro de volver a presumir de ser el mercado m¨¢s grande y cautivador del planeta. Pero las ¨ªnfulas de victoria que entonces se apoderaron de la cabeza y los corazones de los aficionados se han quedado por el camino. Los Timberwolves han sido un rival demasiado grande para las cansadas piernas de una plantilla incompleta, corta y carente de profundidad o de alternativas. Algo que ya se anunci¨® cuando se adquiri¨® al esloveno y que se ha puesto en relieve en una primera ronda que ha tenido el nivel de unas finales de Conferencia. Pero as¨ª es el Oeste: loco, taquic¨¢rdico y con el factor suerte de lo que te puede tocar antes de lo que te gustar¨ªa. Aunque para ganar hay que acabar con todos. Es lo que hay.
Se acab¨®, se mire por donde se mire, una temporada hist¨®rica, la de ese movimiento que sacudi¨® los cimientos de la NBA, juntando al activo m¨¢s importante de la competici¨®n norteamericana con el mercado m¨¢s grande de la misma. La que dej¨® a Nico Harrison en el dique seco y a los Mavericks destruidos en lo moral y en lo espiritual. Y la que permiti¨® a los Lakers tener un futuro, aunque todav¨ªa no un presente. La p¨¦rdida de efectivos en el juego interior (Anthony Davis, Max Christie...) durante el traspaso unido al sainete que trajo, pero al final no, a Mark Williams, supuso una losa enorme que los angelinos consiguieron disimular en la regular season, pero que ha sido imposible de tapar en la serie ante los Timberwolves, que tuvieron desde el principio muy claro tanto el estilo como el discurso: ten¨ªan m¨¢s cent¨ªmetros. Jaden McDaniels y Naz Reid se hincharon en el primer partido, mientras que Rudy Gobert escondi¨® sus carencias y Julius Randle consigui¨® asemejarse a un buen jugador de baloncesto. Anthony Edwards, claro, hizo el resto.
Los Lakers no tuvieron recursos porque la realidad es que de donde no hay no se puede sacar. JJ Redick demostr¨® ser mejor entrenador durante la temporada (50 victorias, tercer puesto del Oeste, buena gesti¨®n de egos y capacidad para compatibilizar a Doncic y LeBron), que en playoffs, donde tuvo que sucumbir a la realidad manifiesta de que no ten¨ªa piezas para competir ante un equipo que, sencillamente, fue mejor. Lo intent¨® todo y en el cuarto partido no hizo ni un s¨®lo cambio en la segunda mitad. Pol¨¦mica al margen, sus estrellas llegaron exhaustas. Pero tampoco puedes hacer mucho m¨¢s: Jaxson Hayes no puede jugar partidos de semejante envergadura, Rui Hachimura es demasiado intermitente y por dentro puedes ir hasta que te ves obligado, por cansancio o organigrama del rival, a lanzar mucho de fuera. El elemento diferenciador ha sido el nivel de Austin Reaves (16 puntos por partido en la serie, superando apenas el 30% en triples), muy por debajo de lo esperado. El escolta se vio superado por las circunstancias y no pudo en ning¨²n emparejamiento. Y eso penaliz¨® mucho a un equipo que le necesitaba para ganar. No fue su culpa, pero tampoco fue la soluci¨®n. Especialmente cuando eso era lo que m¨¢s necesitaban los Lakers: soluciones.
La palabra fracaso es relativa para estos casos. Quiz¨¢ las expectativas generadas eran demasiado grandes, pero la realidad es que, menos el primer partido, los Lakers pudieron ganar el resto. Lo hicieron en el segundo a pesar de especular m¨¢s de la cuenta, pelearon contra viento y marea en el tercero a pesar de que Doncic jug¨® enfermo (empate a 103 antes del 13-1 de parcial final) y perdieron por una canasta el cuarto, con mucha pol¨¦mica y esas tomas de Instant Replay que invitan m¨¢s al subjetivismo que a la justicia deportiva. Tampoco es que fuera un esc¨¢ndalo: en playoffs pasan, y siempre han pasado, este tipo de cosas. Los Wolves defendieron de forma muy f¨ªsica, dieron palos hasta la saciedad (es su estilo y es muy respetable), lo llevaron todo al l¨ªmite y limitaron las asistencias de Doncic (m¨¢s de 8 en la fase regular, 5,8 en playoffs), una variable que les permiti¨® inclinar la balanza y que impidi¨®, en algunas ocasiones, que la intendencia de los Lakers no se involucrara tanto como se esperaba. El esloveno, al que le gusta jugar por encima del aro, no tiene a qui¨¦n darle el bal¨®n por arriba. Pero muchos tiros liberados no entraron y eso hizo que los angelinos estuvieran demasiado tiempo a remolque. Y as¨ª, claro, funcionan peor.
Una eliminaci¨®n temprana
La realidad es que los Lakers, por muchas ¨ªnfulas de grandeza que tuvieran entre marzo y abril, no eran favoritos al anillo. Pero tambi¨¦n que esperaban pasar m¨¢s rondas de las que han pasado, que ha sido ninguna. El Oeste es una locura y los Wolves un rival de entidad que fue finalista de Conferencia el a?o pasado y manten¨ªa el bloque que le llev¨® hasta esa ronda, siendo la primera vez que la pisaba desde 2004, la segunda en su historia. Volvi¨® el esp¨ªritu de Kevin Garnett, pero tambi¨¦n se cruzaron con Luka Doncic. Eso s¨ª, como la venganza es un plato que se sirve fr¨ªo, se han vengado de la estrella eslovena. Sin Karl-Anthony Towns, traspasado a inicios de temporada por temas contractuales por el imberbe Randle. Y con un a?o m¨¢s de Mike Conley, que camino de los 38 a?os sostiene espiritualmente la plantilla, es una extensi¨®n de Chris Finch en pista y hace gala de una sapiencia sempiterna, demostrando ser un jugador que no todo el mundo tiene en cuenta y que, al mismo tiempo, todo el mundo quiere en su equipo. Contra todo eso se enfrentaban los Lakers. Y no pudieron.
Los Timberwolves acabaron mal la temporada, pero lograron 17 victorias en los ¨²ltimos 21 partidos de la fase regular para evitar el play in, esa especie de previa en forma de repesca que la NBA, con Adam Silver a la cabeza, cre¨® con la pandemia del coronavirus y que lleg¨® para quedarse. La ¨²ltima jornada les sirvi¨® para alcanzar el sexto puesto y encuadrarse con los Lakers, aunque la sensaci¨®n es que les daba absolutamente igual cu¨¢l fuera el rival. Les da igual todo: son la revoluci¨®n personificada, la desverg¨¹enza supina. Y parece que no se cansan nunca: corren y lo siguen haciendo, se llevan la mano al lugar del dolor pero se les pasa en un santiam¨¦n, defienden como jabatos y atacan aprovechando sus virtudes con la finura de Finch, que ha demostrado ser un gran entrenador por dos cosas: por sacar lo mejor de su plantilla y porque nadie hable de ¨¦l. Y eso parece lo mejor en una competici¨®n con una exposici¨®n p¨²blica brutal que esquiva el t¨¦cnico con mucha sabidur¨ªa. Consiguiendo que, siempre, sean los jugadores los protagonistas. Para bien y para mal.
Y luego est¨¢ Anthony Edwards, claro. La transgresi¨®n, el cambio generacional; pero tambi¨¦n la ambig¨¹edad y la ambivalencia. O lo quieres o lo odias, aunque casi todo el mundo fuera de Minnesota se incline por lo segundo. Y es normal: pero a ¨¦l no le importa. No para de hablar ni de anotar, es un fil¨®n, un l¨ªder absoluto en su franquicia y en su cuidad y una estrella cuyo techo puede ser generacional si no fuera por su suelo emocional, con salidas de tono constantes y exhibiciones por doquier. Un talento directamente proporcional a su mala cabeza, pero un jugador inequ¨ªvocamente legendario, que tras los desmanes de inicios de temporada se centr¨® para promediar 27,6 puntos (el tope de su carrera), 5,7 rebotes y 4,5 asistencias. Nada ni nadie puede con ¨¦l y no le puedes dar por derrotado hasta que lo est¨¢. Y sigue vivo, m¨¢s que nunca, tras reafirmarse como la mejor parte del personaje que es. Consiguiendo sacar de quicio a los Lakers en la pista y fuera de ella. Con el bal¨®n en juego, y parado. Con todo por decidir y con todo decidido. Pura esencia de alguien que juega al baloncesto como se hac¨ªa antes: como dicen los c¨¢nones. Protestando, posteando, con la media distancia y la suspensi¨®n, sin renunciar al triple pero tampoco a la zona. Una m¨¢quina de matar total.
Probablemente, el futuro de los Wolves dependa de lo que decida hacer Edwards. No de su permanencia o no en el equipo (aunque a inicios de curso amenazara con salir), sino por el comportamiento que quiera tener en el futuro. Su actuaci¨®n en el cuarto asalto ante los Lakers (43 puntos, 16 en el ¨²ltimo cuarto) fue de esas que demuestra la clase de profesional que es: resolviendo cuando hay que hacerlo, cuando m¨¢s aprieta el rival acuciado por la necesidad. Ah¨ª es donde aparecen los m¨¢s grandes, para resolver cuando hay que hacerlo. Cuando las mu?ecas de los dem¨¢s estuvieron fr¨ªas, las de Edwards estuvieron calientes. Cuando las cabezas estaban calientes, el escolta la mantuvo fr¨ªa. Con una resiliencia f¨ªsica espectacular (recibi¨® varios golpes con amago de lesi¨®n, pero resisti¨®), parece estar destinado a dominar o a morir por el camino. Pero, desde luego, no a cambiar: eso no va con ¨¦l. Ya veremos donde llegan los Timberwolves en estos playoffs. Se enfrentar¨¢n, a priori, a los Warriors en semifinales. Otro duelo ante jugadores hist¨®ricos (Stephen Curry a la cabeza) de los que le gustan a un jugador que sale muy reforzado tras liderar la eliminaci¨®n de LeBron, Doncic y compa?¨ªa.
Los Lakers, ?y ahora qu¨¦?
La pregunta del mill¨®n. Nadie en la franquicia ha dado un mensaje alarmante ni positivo y el ¨²nico que puede tener algo de prisa es LeBron, cuyos malos ratos caben en la caja de zapatos donde guarda el porvenir. El Rey, imperecedero, ha sido de los mejores jugadores de los Lakers durante la temporada regular, donde el ¨²nico atisbo de senectud ha sido el hecho de haber bajado de los 25 puntos por partido para promediar 24,4, con 7,8 rebotes y 8,2 asistencias en su 22? temporada en la NBA y con 40 a?os ya cumplidos. Ese es el problema: que el tiempo se acaba incluso para el hombre sin tiempo, los r¨¦cords de longevidad son un hecho incuestionable y los topes y haza?as se repiten. Ya se avis¨® que el traspaso de Doncic pod¨ªa hacer que LeBron continuara todav¨ªa m¨¢s tiempo en activo y el jugador asegur¨® a inicios de curso que le quedaban al menos uno o dos a?os m¨¢s, que pueden ser m¨¢s tras adquirir al esloveno. Pero, ?hasta cu¨¢ndo durar¨¢ la carrera de la estrella?
Probablemente, todo dependa de los movimientos que hagan los Lakers para reforzar la plantilla de cara al futuro cercano. Rob Pelinka ya fue renovado y JJ Redick seguir¨¢, salvo sorpresa may¨²scula, en el cargo al ser sus conclusiones m¨¢s positivas que negativas y a pesar de sus rotaciones y de que la serie se le ha quedado algo grande. Pero el equipo ya es de Doncic, por mucho que haya varios momentos en pista en los que el m¨¢s destacado siga siendo LeBron. Eso s¨ª, el esloveno ha sido muy criticado por su capacidad defensiva en la serie y es mucha ya la gente que exige un mayor compromiso del base pensando en el futuro. Con el traspaso s¨ªsmico, que tuvo consecuencias casi culturales en la NBA, los Lakers entregaban las llaves de su franquicia a un jugador de 26 a?os que tiene una d¨¦cada de baloncesto por delante y es un talento generacional capaz, a priori, de dar anillos a sus equipos. En sus primeras temporadas con los Mavericks llev¨® a un mercado peque?o a unas finales de Conferencia y a una Finales de la NBA. El destino era suyo. Pero Nico Harrison (al que ahora hay gente que le da la raz¨®n, iron¨ªas del destino) prefiri¨® otra cosa. Y el retorno de Doncic a Dallas dej¨® bien claro el peso emocional que el base ten¨ªa en el sitio al que pertenec¨ªa y en el que de alguna manera seguir¨¢ presente. Por los siglos de los siglos.
La posici¨®n subalterna que LeBron ya ha ido desarrollando continuar¨¢ y los s¨ªntomas de la edad se ven en determinados momentos, pero decir que el Rey no es el de hace unos a?os no significa que nos contin¨²e formando parte de la ¨¦lite de la competici¨®n. Al fin y al cabo, se ha ido a 25,4 puntos, 9 rebotes, 5,6 asistencias, 2 robos y 1,8 tapones ante los Wolves, con un 49% en tiros de campo y superando el 35% en triples. Por lo tanto, ser¨¢ tambi¨¦n la decisi¨®n sobre el tiempo que quiera continuar lo que marcar¨¢ el destino de los Lakers. La temporada que viene tiene una player option de m¨¢s de 50 millones de d¨®lares que seguramente ejecutar¨¢. Y, si sigue a este nivel, ser¨¢ un complemento fabuloso para Doncic, tanto en la pista como fuera de ella. S¨®lo falta por ver qu¨¦ contrato tendr¨¢ el esloveno a partir de ahora y cuanto espacio salarial les quedar¨¢ a los angelinos para hacer movimientos y, por ejemplo, recuperar ese juego interior que tanto han echado de menos en la eliminatoria frente a los Timberwolves.
Y luego est¨¢ Doncic, claro. La pr¨®xima gran figura, un activo poderos¨ªsimo y tambi¨¦n un jugador de claroscuros, casado con el destino pero criticado en ciertos aspectos que han sonado a excusa en el caso de los Mavericks pero que ser¨¢n importantes para valorar su figura en los pr¨®ximos a?os y que han vuelto a salir a la luz tras la eliminaci¨®n angelina. Excepto en el partido de la gripe, ha estado bien en ataque, promediando m¨¢s de 30 puntos en los 5 partidos. Pero tendr¨¢ que cuidarse todo lo que pueda para poder seguir siendo parte del Olimpo el m¨¢ximo tiempo posible. La historia dice que los malos h¨¢bitos perjudican incluso a las m¨¢s grandes estrellas del deporte. Y Doncic, si los tiene, estar¨¢ encargado de hacerlo. El entorno es el ideal para ello, con una franquicia enorme y un LeBron que puede tutelar sus comportamientos en caso de ser necesario. Pero si quiere ser el referente de una de las organizaciones deportivas m¨¢s grandes de la historia, tendr¨¢ que estar a la altura de la historia. De momento y a pesar de la derrota, le han recibido con los brazos abiertos. Y as¨ª est¨¢ el tema: los Lakers dicen adi¨®s a la temporada, s¨ª. Pero tambi¨¦n saludan el advenimiento de una nueva era. La intenci¨®n, al menos, es que as¨ª sea.
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