El trono vuelve a ser verde

¡°?Puede haber algo mejor que tener un verano entero para decir que juegas en el mejor equipo de baloncesto del mundo?¡±. Lo dijo Arnold Jacob Auerbach, al que apodaron Red porque era un pelirrojo de malas pulgas criado en Brooklyn, donde se conocieron su madre y su padre, un jud¨ªo de origen bielorruso que prosper¨® en el negocio de las lavander¨ªas. Despu¨¦s de jugar como base a nivel universitario en Washington, Red se convirti¨® en uno de los personajes m¨¢s importantes de la historia de la NBA a partir de su fichaje como entrenador de Boston Celtics. 1950 como a?o bisagra, el baloncesto antes y despu¨¦s de Auerbach.

?Puede haber algo mejor? Lo dec¨ªa porque lo cre¨ªa de verdad, porque sab¨ªa que ganar era un h¨¢bito. Una cultura que un¨ªa vestuarios y forjaba campeones que, un c¨ªrculo virtuoso, segu¨ªan ganando precisamente por eso. El celtic pride, el viejo orgullo verde de los Celtics, nunca fue otra cosa: la ¨²nica estad¨ªstica que importa es el n¨²mero de victorias y el ¨²nico n¨²mero que hay que mirar, el de los puntos anotados. Que sean, por tierra, mar o aire, m¨¢s que los del rival. Si hab¨ªa que cortar el agua caliente del vestuario visitante, se cortaba. Si hab¨ªa que toquitear la calefacci¨®n para que hiciera demasiado fr¨ªo o un calor asfixiante, problemas mayores habr¨ªa en el mundo. Pero los Celtics no ganaban por eso, ni porque ellos s¨ª sab¨ªan c¨®mo botaba la bola en cada palmo del (suelo sagrado) descascarillado parqu¨¦ del Garden.

No. Los Celtics ganaban por Bill Russell, un gigante entre hombres (no solo en las pistas); Por Bob Cousy y Tom Heinsohn; Por John Havlicek, Dave Cowens y Jo Jo White. Por supuesto, por Larry Bird, el paleto de French Lick, Kevin McHale y Robert Parish. Y por Kevin Garnett y Paul Pierce. Por todos los que jugaron como hab¨ªa que jugar, sin atajos y de la forma correcta. Por una historia que tiene m¨¢s de treinta hall of famers y m¨¢s de dos decenas de n¨²meros retirados. Y, desde hoy, 18 banderas de campe¨®n en el cielo infinito del Garden. Por Red y su gran aliado, el propietario Walter Brown. Los primeros, mucho m¨¢s que baloncesto, que pusieron en pista un quinteto de jugadores negros en la ¨¦poca del ¡°juega con un negro en casa, con dos fuera y con tres si quieres ganar el partido¡±.

Por tantos y tantos tomos de la historia de la NBA. As¨ª, a base de aprender a ganar de la forma correcta, cosiendo el vestuario con las cicatrices de derrotas pasadas, se han coronado ahora Jayson Tatum, Jaylen Brown y todos los dem¨¢s. Ganar de verde, con los Celtics, es m¨¢s que ganar. Es convertirse en carne de una tradici¨®n que nunca acaba y que tendr¨¢ ahora esa (tan buscada) bandera 18 en el Garden. Otra vez, m¨¢s que los Lakers. M¨¢s que nadie.

Boston Celtics es el campe¨®n de la NBA. El 17 de junio, exactamente el mismo d¨ªa que la ¨²ltima vez, en 2008. Diecis¨¦is a?os despu¨¦s ha puesto al d¨ªa su leyenda, ha saldado cuentas con una historia que sojuzga cuando patinas. Y lo ha hecho con un equipo que lo ha merecido de octubre a junio. Que ha ganado 80 partidos y solo ha perdido veintiuno, que ha firmado un recorrido impecable en playoffs (16-3) incluidas diez victorias seguidas, r¨¦cord en una franquicia de r¨¦cords, y solo una derrota a domicilio (7-1). Que no ha necesitado jugar ni un sexto partido, rastrill¨® el (flojo) Este con una superioridad pocas veces vista y no ha tenido piedad del finalista del otro lado del pa¨ªs, unos Mavericks avasallados cuya resistencia se concentr¨® en el cuarto partido (106-88 en el quinto, de vuelta en el Garden). El reloj de los Celtics llevaba demasiado retraso y este era el d¨ªa para ponerlo en hora sin correr el riesgo de que saltaran por los aires todas las tuercas. Con 3-1 quedaban otras dos balas, claro. Pero para estos Celtics, tantas veces a las puertas, el mundo acababa esta noche, en el viejo parqu¨¦ del Garden.

Dominio aplastante en el momento clave

El quinto partido fue, simplemente, la bajada del tel¨®n. Un 9-0 fulminante para cerrar el primer cuarto (de 19-18 a 28-18) empez¨® a difuminar cualquier resultado que no fuera el 4-1, el final de trayecto. El segundo cuarto (67-46 al descanso) cerr¨® el trato. Ni siquiera meter ocho puntos en nueve minutos del tercer parcial penaliz¨® a unos Celtics que estaban, cuando amagaron con atascarse, varias plantas por encima (78-52) de unos Mavericks deslomados en el s¨®tano, sin una gota de carburante para milagros. Todav¨ªa con Kristaps Porzingis bajo m¨ªnimos por esa lesi¨®n extra?¨ªsima de tobillo que finalmente no ha sido un factor en las Finales (tan desniveladas estaban), Joe Mazzulla recurri¨® a quintetos peque?os y, sobre todo, dej¨® claro que hab¨ªa le¨ªdo la cartilla a sus jugadores, que al descanso solo llevaban dos p¨¦rdidas (2-8 en la primera parte, 9-13 final) y dominaron esta vez el rebote (51-35, 15-7 en ataque) sin caer en las desconexiones defensivas de su horrible cuarto partido.

Suficiente. El resto lo pusieron un Jayson Tatum de menos a m¨¢s (31 puntos, 8 rebotes, 11 asistencias), sobrado en la segunda parte; Un Jaylen Brown peleado con el aro (21 puntos, 23 tiros) pero multidisciplinar (8 rebotes, 6 asistencias, 2 robos), dur¨ªsimo en defensa y merecido MVP de las Finales. Y, claro, un lote de secundarios creado, precisamente, para esta noche: la inteligencia de Al Horford, por fin campe¨®n con 38 a?os, la actividad fren¨¦tica de Derrick White, el pedigr¨ª de Jrue Holiday¡­ un trueno de equipo, un campe¨®n excepcional.

El temblor de suelo que provocaron los Mavericks en el cuarto partido no tuvo ni peque?as r¨¦plicas. No hubo amago de zozobra. Despu¨¦s de su maravilloso final de temporada y su excepcional recorrido por el Oeste, un ejercicio de resiliencia, la Final le qued¨® grande a un equipo que, en todo caso, ha encontrado un punto de partida, un molde. Desde luego, y se dar¨¢ cuenta cuando digiera la amargura de la derrota, no es poca cosa.

La ¨²ltima vida se esfum¨® en otro mal partido de Kyrie Irving en Boston (15 puntos en 16 tiros) con, clavos en el ata¨²d, demasiados currantes fuera de foco y Luka Doncic agotado, con mucha m¨¢s insistencia que magia. Perseguido por hasta seis defensores distintos y obligado (la f¨®rmula celtic) a sufrir para apilar cada uno de sus 28 puntos, solo 18 en los tres primeros cuartos.

Acab¨®, adem¨¢s, con 12 rebotes y solo 5 asistencias por 7 p¨¦rdidas, un 12/25 en tiros totales y un 2/9 en triples (3/24 en los tres ¨²ltimos partidos). Sus playoffs han sido monumentales, sus Finales un ejercicio de impotencia contra un rival que redujo su impacto todo lo humanamente posible y le hizo sufrir constantemente en defensa. Al final, 29,2 puntos, 8,8 rebotes y 5,6 asistencias en un escenario que le ha servido la que, desde hoy, ser¨¢ su nueva meta, seguramente hasta la obsesi¨®n: regresar. Lo que han sabido hacer, golpe a golpe, estos Celtics construidos por Brad Stevens, dirigidos por Joe Mazzulla, liderados por los jays, (Tatum y Brown), que s¨ª pod¨ªan ganar juntos, y apuntalados por Jrue, White, Horford, Porzingis, Hauser¡­ un equipo que ya es historia en la franquicia que es, en s¨ª misma, un libro de historia. Uno, se ha vuelto a demostrar, definitivamente interminable. Y verde. Como, otra vez desde hoy, el trono de la NBA.

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